1998 Mi padre en el humilde rincón disfrutaba sorprendiendo a sus amigos cuando venían a comer. Uno de sus platos estrella era la merluza con cigalas y angulas. El secreto era que empleaba un cava buenísimo para cocinar la merluza. Y luego para comerse el plato lo servía con el mismo cava casi helado. Los días de primavera y verano las copas no paraban de tintinear. En aquellos años hicimos muchas visitas a la cava y siempre mantuve un frívolo idilio con ese vino que tenía la estructura de un tinto y el alma de una bailarina de ballet. Al cabo de los años hicimos nuestro primer intento con un gran crû que fue rompedor, el viejo scrptorium, y el joven iuvenus, y no mucho más tarde empezamos a trabajar el viñedo para conseguir nuestro propio vino base, el LQV fue el resultado. El fallecimiento de los amigos de mi padre dejaron huérfana esa iniciativa y el proyecto se dejó dormir. Al cabo de los años conocí a Cesar Langa y me impresionó su dedicación y consistencia. A su vera fue muy fácil retomar las ganas de tener nuestro propio cava y tras dos años de espera empezamos a vender, las primeras botellas con dos marcas: otroyo, un homenaje que hacía referencia al viejo sueño del cava del penedes que había muerto y nuestro yañez soles amarillos, algo muy profundo y también muy precioso para mi, recuperar la ilusión, la Jacaranda, el disfrute del que mi padre hacía gala cuando departía con sus amigos en el viejo humilde rincón.