Un trocito , derechos editoriales blablabla

bebiendo, viendo, viviendo el vino

Hace casi treinta años me hice cargo de la vinateria yañez, nuestra pequeña tienda de vinos sita en la zaragozana calle madre sacramento, en el numero diez y seis. Recuerdo esa mañana, era febrero, tenia quince años. Conocía el vino de la estupenda bodega que mi padre tenia en su bar “el humilde rincón “, all´´i el vegasicilia 3 año era el vino de la casa, entonces costaba 100 ´´o doscientas pesetas la botella. Eso y el champán francés primero y luego el cava, el fino de Jerez, el pedro ximenez en los postres. Era un bar muy peculiar, con mucha personalidad donde primaba el producto del día y el humor que don Jose tuviera, las angulas con espárragos ,los solomillos al champán, los dulces marinos de trufa…y siempre el vino.

Esa mañana de febrero hacia mucho frío y yo estaba muy asustado aunque no lo parecía, en unos momentos la persiana estaba levantada, los cambios en el cajón de madera que hacia las veces de caja registradora, y yo esperando a mi primer cliente como quien espera a su novia. Han pasado casi treinta años y aun sigo esperando el primer cliente del día con mucho cariño, como quien espera a su novia.

Aquel primer día solo expendí nuestro vino a granel. Fue lo único que se vendió. Parece que siempre hubiera estado allí, con el mandil, expectante: “ cinco litros de tinto especial…” me pedían, “un cuartillo de moscatel para rosquillas” …ora un litro de clarete, ora un blanco de pajarilla.

Tenía quince años.

Ese día entro un señor que yo conocía y respetaba, un conocido de mi padre, era ya tarde casi era hora de cerrar, venia borracho, ebrio, llevaba una melopea de órdago, un tablón de obra, una cogorza de escándalo, estaba como una cuba, me pidió una botella de vino, me negué a vendérsela, se indigno, me negué, se enfado, me negué, se cabreo, me negué y con todo el dolor de mi corazón le puse de patitas en la calle.

Aquel fue mi gran primer día en la vinatería yañez. Y una reflexión me acompaño hasta el lecho, ¿puedo yo vender algo que hace que los seres humanos se torne en bestias? Y aquella noche de insomnio me hice una promesa, no vendería nunca a personas desaprensivas, ni a niños, ni a quienes considerase inestables. Vendería vino a quienes quisieran disfrutar de una bebida culta, importante en el devenir de la historia, quienes quisieran beber y vivir sensaciones sensuales, inteligentes. Y yo mismo me fui acercando al vino como quien aprende a manejar una pistola cargada. En los años siguientes nunca me embriague y muchas veces en actos sociales donde me reunía con colegas de profesión se intrigaban de que apenas bebiera, siempre el comentario hiriente del falso amigo, siempre el recuerdo de aquel hombre embriagado a mi vera, para no desmerecer. Y así hasta hace unos años en los que pude conocer el verdadero cariño de la amistad y donde pude soltarme la melena y disfrutar entre amigos de verdad del vino, de sus sensaciones tan bellas, de su aroma incomparable, de la suave conversación que no adormece sino que nos hace reflexionar y conocer y sentir todo lo que hay tras un cuadro, tras una foto, tras un libro…tras un vino.

Y durante estos casi treinta años de trabajo, de esfuerzo, de pasión siempre una máxima “ el vino es placer, es cultura, es disfrute”. Esta reflexión personal me llevo a sentir que para disfrutar el vino era necesario conocerlo, conocer su historia, conocer sus zonas de producción, patearlas, ver las diferencias, sentir y beber los diferentes vinos en sus mismos pagos, y así aquel mismo día empecé a estudiar el vino, a disfrutarlo desde el conocimiento y la amistad.

Así os invito a acompañarme en este viaje al vino, con el vino y con amigos.

Ciriaco