forma parte de una de las novelas más intimas de nuestro ciriaco
En la noche del miedo
-Donde llevan a esos hombres?
La voz del mosen tronó dura y áspera en la madrugada de Valbuena-
Un silencio sepulcral se impuso a los gemidos de los hombres alos que habian castigado con las culatas de los fusiles. El mando que dirigia esa expedición en busca de rojos a los que dar matarile se acercó con esa chulería que solo un pistolero puede transmitir, un pistolero vestido de uniforme y con una barra en las hombreras de la chaqueta. Chaqueta almidonada, impoluta. Bigotillo almidonado impoluto. Alma almidonada, impoluta?
Que se le ofrece mosen?
-Repito que a donde llevan a esos hombres?
-Les quiere dar la extremaunción padre? Porque si es así no nos hemos de oponer, eso si, de se prisa que antes de la amanecida hemos de estar de vuelta en Valladolid. Que hay mucho que poner en orden en este país.
El padre no tiene claro como conseguir que se liberen a esos hombres, al final musitando una plegaria se decide. Voz baja, confabulatoria
-Alférez, verá , se está equivocando de hombres, estos que usted se lleva son buenos feligreses, temerosos de Dios. Hombres de orden. Hombres del movimiento. Amigos de Onésimo Redondo que como ustedes saben nació en el pueblo de Quintanilla. Les aseguro que si estos seis hombres desaparecen van a rodar cabezas. Se lo juro por la santa Biblia¡
Padre¡¡¡ tengo por buenas las señas de estos hombres, señas , nombres y motivos. Desafectos y revoltosos.
-a ver, será por casualidad que le hayan dado el nombre de estos hombres, el panadero, el vinatero, el de abastos, el pastor… No será por casualidad que alguien quiere sus trabajos y su prosperidad. Le vuelvo a jurar por la Santa Cruz que estos hombres son hombres de ley.
-Padre yo he recibido orden de darles matarile y eso he de hacer. El tono de voz había perdido el convencimiento.
El padre vio el terreno libre ante el desconcierto del alférez y como buen cazador remató la pieza.
-Ande deje usted a esos buenos hombres y pase al refectorio con sus hombres que hace frio en la noche y tengo vino, conejo guisado y pan para acompañar, y hasta un queso que hace Telesforo, ese tan alto. Ya verá que alguien que hace un queso tan bueno no puede albergar ningún mal en el alma.
Los seis hombres que esperaban entregar el alma ante la barbarie sin alma de los vencedores se despejan del aturdimiento mientras les liberan de las sogas que aprisionan sus manos.
-Pedro trae un pellejo de vino de la bodega, ayúdale Telesforo y trae un queso grande, de los que me trajiste el otro día. Venga daos prisa
Los dos se apresuran en traer lo solicitado por el cura, que buen conocedor del alma sabe que un hombre satisfecho es menos complicado.
-Chicaaaa, la voz de don Senen retumba en el refectorio.
-Diga mosen, que es esta francachela?.
-mira hija que han venido estos hombres y les quiero dar de cenar
-cenar? Si son las cuatro pasadas mosen¡¡¡
-no me pongas peros y saca el conejo, y prepara una tortilla con huevos y pan bien calientes que la noche está fría. Y saca la botella de aguardiente¡¡¡
La mujer se queda de piedra cuando ve a los hombres, los trozos de cuerda y rápidamente se percata de la situación y con un tono alegre se pone con los huevos y a dar conversación a los acompañantes del alférez.
-Alférez que hacemos con los hombres?. El cura se atreve con el órdago ante la mirada satisfecha del encargado del asesinato.
-Mándelos a casa, no esperará que les acompañemos con linternas, no?
-Pues tiene razón, les voy a mandar que me lleven un saco a Valbuena, ya que tengo al panadero.
-Ustedes los curas siempre aprovechándose, eh¡
-Pues si hijo, ya ve usted. Lo normal
-Chicaaaa, trae un poco más de conejo. El alférez y sus hombres están disfrutando del guiso inesperado.
-Y trae también pan y vino. La mirada de connivencia entre la mujer y el mosen lo decía todo.
La noche estaba fría, en el invierno castellano. El cielo era casi azabache, el momento más oscuro antes del amanecer. El miedo que no le había abandonado en ningún momento le instaba a correr, la razón a mantener el paso tranquilo mientras acompañaba a los seis hombres al henar.
-Pedro…La voz rota del mosen lo decía todo.
-Gracias padre nos ha salvado de una buena.
-Mirad, los seis sois amigos, a los seis os ha denunciado alguien que os quiere mal. Ante eso no podemos hacer nada.El fatalismo que les había dominado toda la velada desde que los habían sacado a empentones en el silencio de l anoche, mientras los habían trasladado a hostias desde Valbuena a San Bernardo, hasta la tapia del monasterio, volvía a apoderarse de ellos.
-Lo que si podemos hacer es evitar que os cojan ahora. Escribiré a mi hermano que está en Pamplona y que nos mande unas recomendaciones de que sois buenos chicos. Tenéis que esconderos un mes más o menos, mientras las cartas van y vienen. Cuando tenga las cartas iré a ver al comandante de estos asesinos y les repetiré lo que les he dicho a ellos. Seguro que si conseguimos pasar este tiempo os salváis. Iros a montealto, guareceros en los henares que hay. Pedro os llevé algo de comida y lo dejaré donde cogemos las colmenillas.
-Mosen que se llaman bonetes de cura
-Pedro, Pedro…
-Yo me encargo de darles las noticias a vuestras mujeres, ya les ayudaré en sus quehaceres. Sobre todo no bajéis al pueblo pues los que os han denunciado, pueden volver a denunciaros. Lo peor es que la razón que le he dado al alférez es la realidad. Os quieren muertos porque quieren vuestros trabajos. Pobres trabajos de pueblo. Me imagino como se mancharían de sangre por cuatro cuartos. En fin. Iros ya.
Saciada el hambre y la sed, bien llenas las barrigas y con un queso y pan para el camino el mosen despide a la brigada de asesinos con el cielo anunciando la aurora. Queda mucho por hacer en esa mañana. Lo primero la carta para su hermano, los salvoconductos de buena conducta.
-Vete a ver a las mujeres y diles que vengan a confesar.
A media mañana se deja caer la pareja de la guardia civil, en silencio se meten en el refectorio. Antes de nada el pan, el queso y el vino. Luego una mirada entre el número de la benemerita y el cura.
-Nos van a pillar y nos van a dar por el culo, a usted y a mi padre
-bueno hijo ,si me van a sodomizar por lo menos que no sea un alférez de medio pelo, con un bigotillo de chiste, cara de comer boliches del pilar y de cagarlos enteros.
-Padre…
-Sabes bien que no iba a permitir que se los llevaran ni por las buenas ni por las malas.
-Si, ya se como se las gasta usted. No me recuerde usted los seis milicianos que se “perdieron” cuando vinieron a la saca de esos ocho tontos de capirote a los que iban a pasear y a dar carril en la pesquera, entre los que yo me encontraba.
-Mira hijo, estas personas están bajo nuestra protección. Yo no puedo con todo lo malo que pasa, pero si puedo ayudar a alguien, sea quien sea no me ha de temblar la mano.
-Si, ya me ha dicho el alférez que le había jurado usted por la Biblia, por la santa cruz y por no se que más que estos eran gentes de orden. Usted se entenderá con Dios, porque entre usted y yo, ha jurado usted en falso. Más en falso que para que.
-Si Dios tiene algo que decirme , no te apures que me lo hará saber. Pero no creo que se enfade por esto. Por otras cosillas es posible, por esto creo que no.
El vino y el pan, el queso y la conversación casi hacían parecer la mañana normal.
-Que hacemos padre?
-Pues vosotros no os acerquéis por la finca de montealto, si os piden información sugerid que pueden estar en Vega-silicia. De Pedro es bien conocido que vivió allí cuarenta años ,Felipe es el pastor y la conoce bien, está al otro lado del Duero. Si alguien les “hubiera visto” cruzar, todos los ojos se dirigirían allí.
-Mejor que las familias no vayan de excursión por montealto, no sea que den que hablar.
-Yo mismo iré a cazar conejos por allí y llevaré viandas.
-Vamos a ver como resulta, porque le aviso que esto no lo van a dejar correr, que van a persistir y que como los vean...el que venga igual se lo lleva usted por delante también.
Ya solo, el mosen se queda ensimismado, pensando en como solucionar la cosa. No puede salvar a todos los que están sufriendo pero por lo menos sus feligreses, vengan a misa o no vengan, van a contar con él. El tiempo ha pasado y ya no le queda mucho, pero ese tiempo va a servir para algo.
-joder, me van a dar por saco los unos y los otros, manda cojones. Va musitando, en absoluto arrepentido.
Pasan los días y todavía no ha podido ir a Montealto, las familias están tranquilas dentro de la gravedad de la situación y los ojos que vigilan y delatan se hayan concentrados en la finca de vega-sicilia al otro lado del río.
Casi dos semanas transcurren antes de que salga de caza con el borrico que siempre lleva de un lado a otro cuando va de conejos. En las faltriqueras, a buen recaudo, carne seca, quesos, panes y vino.
Al pasar por el regato del monte bajo descargó todas las cosas detrás de las piedras convenidas y se dispuso a cazar conejos. Era buen cazador y se volvió al monasterio con varios conejos, hasta una liebre, y una perdiz despistadas. Buena cena.
Volviendo a casa
-con Dios señor cura, que se le ofrece?
-buenas tardes don Ramiro¡. Como va todo en su casa?
-Bien, va bien. Que se le ofrece? Que usted no da puntada sin hilo y si se ha venido este camino con el frio que hace, será por algo.
-Que desabrido es usted don Ramiro, no me ofrece usted asiento, ni que me caliente en la casa?
-Usted viene por algo, y me parece que me ha de hacer pagar una deuda, mejor lo hablamos en el campo, ya me salgo yo.
Caminaron unos minutos hasta la linde de la vega, al fondo se veía el Duero, la tarde se dejaba querer, el camino se prolongaba con el castillo de Peñafiel colgado del cielo.
-hora de pagar mosen?
-hora de pagar don Ramiro
-Que quiere usted por haberme librado de aquellos milicianos que vinieron, me sacaron y me llevaron?
-Quiero que usted use su influencia y consiga que a Pedro y a los otros les dejen en paz y que no haya más sacas en los pueblos de los que me ocupo.
-Mucho pide usted padre
-Usted es un hombre de posibles, está bien considerado en la falange, es usted amigo de Onesimo Redondo, es terrateniente. Quiere que siga?
-Padre usted me pide mucho.
-Cuanto vale su vida, y la de su hijos? Y no le digo la de los otros cinco de aquella noche. Ni le digo que estoy en pecado mortal, que eso lo veré con nuestro Creador. Ni que cualquier día me hubieran sacado a mi también si no fuera porque me gusta cazar en la noche y no me encontraron las muchas veces que me vinieron a buscar, ni que cualquier noche me descerrajen un tiro con mi escopeta y ahí se acabó todo. Mire Rodrigo, Pedro y sus amigos son buena gente. No van a dar problemas, ni buscar venganza, yo me encargo de ello. Tienen familias que alimentar y se van a dedicar a ello. Un año de buena cosecha, un año malo, esa va a ser su vida a partir de ahora. No tienen calado intelectual, ni inquietudes políticas más allá de lo que es la justa indignación por las cosas mal hechas.Consiga que las malas hierbas que usted apacenta les dejen tranquilos, hable usted con quien tenga que hablar y que les retiren de los papeles y la represalias. Que les dejen sus oficios y sus quehaceres, que les dejen en paz. Y que en mis pueblos no se saque a nadie más. Eso saldará su deuda conmigo.
El silencio, opresivo y violento se instala entre ambos hombres. Nunca han sido amigos, en ocasiones la mujer de don Rodrigo ha mediado entre ambos. Ahora solos en el paramo castellano se sienten, ambos duros y fuertes.
-Esta bien, pero no me pida nunca nada más.
El terrateniente se gira mientras el mosen se queda un rato saboreando el instante de seguridad, como un ángel que ha comprado paz para seis pueblos con la sangre de ocho hombres. Eran hombres malos? Reflexiona mientras desanda el camino, o solo equivocados. Es posible ir a matar a otros hombres por pensar y ser diferentes a ti, y seguir siendo un buen ser humano?. El mosen cree que no, y se alegra de haber tenido ascendiente sobre el alferez para evitar otra matanza. Porque sabe que no hubiera vacilado en salvar a Pedro , a Telesforo aún a costa de su alma.
-Padre Señor perdóname porque he pecado… fue diciendo hasta San Bernardo. Solo lo escuchaban las lechuzas y tal vez un ángel o dos.
Al cabo de tres semanas largas los seis hombres bajaron de montealto, habían vivido con lo poco que llegó a sus manos, estaban sucios, barbudos y muy tristes. Bajaron dando un largo rodeo, cruzando la barca dos veces, como si hubiesen estado todo ese tiempo en la finca de la vega.
El domingo fueron a la iglesia con sus familias, comulgaron, y al sol se saludaron con los vecinos, el maestro, los números de la guardia civil, la gente del pueblo…Nadie sacó a relucir el tema nunca, fue como si nunca hubiera ocurrido, como si el tiempo entre aquella noche y esta mañana de domingo nunca hubiera ocurrido. Como si nunca hubiera ocurrido ese destello de inseguridad, nunca podrían volver a sentirse seguros en sus vidas, siempre la sombra de la injusticia, de esa voz en la noche, siempre los culatazos, las lagrimas de los tuyos que se quedan a sufrir un tiempo prestado, siempre esa última oración apenas musitada entre los labios resecos. Siempre ese miedo a la decisión arbitraria del cobarde, del que quiere desposeerte de todo lo tuyo, hasta del aliento. Siempre esa indignación que desesperada busca como liberarse hiriendo.
Aquel domingo unos y otros se miraron con sonrisas postizas en una falsa tregua que habría de convertirse por obra y gracia del mosen en paz permanente.
El mosen con su diplomacia de queso y vino, de pan y conversación fue limando asperezas hasta que hijos de unos y otros se fueron ennoviando, casando. Hasta que nietos de unos y otros hicieron desdibujarse las fronteras de aquellos días de dolor.