memorias de un viajante En la mano UN GINTONIC PETRA thewine

Conozco a Ciriaco Yáñez desde hace veinte años. Colaboramos juntos en su programa de televisión “en la cocina con Ciriaco” y le perdí la pista. Fue un visto y no visto. Después de cuatrocientos programas dejó la tv de un día para otro. Cual fue mi sorpresa cuando el otro día llego a mis manos un nuevo programa de cocina y viajes. El presentador era Ciriaco.

Aprovechando mi visita a Zaragoza he llamado a Ciriaco y le he invitado a comer a lo que él me ha invitado en su Taller. Así que pasadas las dos de la tarde llego a su vinateria de donde me redirigen a su coqueto taller a la vuelta de la esquina.

Parece que no hayan pasado los años por él, sigue teniendo esa mirada entre picara y doliente, ese torso que no pueden contener los cinturones, esa risa estentórea.

-Claraaaaaaaaaaaaaaa¡. Es mi nombre de verdad y no el pseudito con el que firmo estas crónicas gastronómicas

-Chiquilla estás más guapa que nunca, más joven, más sexy¡. Aquí si que reconozco a ciriaco, siempre stás más guapa que al última vez, más joven…Es un zalamero que decimos en Aragón.

Me da dos besos y un abrazo y me sonríe de lado a lado de la pared de piedra que es su rostro

-Hola Ciri,

-Clarita que guapa¡

En unos momentos nos ponemos al día de nuestras vidas, hijos, amantes, amigos comunes, sucedidos… mientras tanto Ciriaco empieza a preparar el primer gintonic de la comida

-Es solo para refrescarte que hace mucho calor

El taller es pequeño, con muchos de sus cuadros en la paredes y apoyados unos encima de otros, una cocina impoluta de mármol blanco y alguna concesión a la tecnología: hornos última hora de kitcheaid, inducción,aluminio fundido de bra…

El Gintonic entra suave, helado y apaga momentáneamente la sed.

-Oye que he venido a entrevistarte no a comer durante tres horas¡¡¡

Le digo esto porque empiezo a ver como Ciriaco se anima a encender el fuego, y saca un montón de cosas.

-Mira Clarita, para una vez que nos vemos no me dejes con las ganas¡ eh?¡

Ya se me había olvidado ese desparpajo que se gasta Ciriaco y esas frases con doble sentido que son marca de la casa.

Se afana sobre sendos trozos de lenguado, un poco de lima, sal, pimienta…guacamole? Mantequilla, lo mete al micro, y en menos tiempo del que tarda en abrir una botella de vino que pone “Yáñez el sueño de las golondrinas en el viento del Moncayo” me lo sirve con acedera, hinojo y una guarnición de calabaza…

-Esta receta es un recuerdo de la película “ american cuisine”, debo haberla visto mil veces y me sigue encantando. Mira Clara, deja respirar al vino

Es un vino blanco con un color oro profundo, extremadamente seco, me despeja la boca como si comiese pan.

-Este vino es demasiado para mi Ciriaco. Es extraseco¡¡¡

-Mira , deja que te cuente su historia. Deja que el vino te impresione, deja que se abra en la boca. No lo trasiegues, deja uq se entibie , respiralo para que se abran los aromas.

El genio en la botella

1976

A mi padre le encantaba escribir poesía, y leía y le recitaba a mi madre, hasta que falleció. Creo que también les recitaba a todas las jovencitas y mayorcitas con las que se relacionaba. Era su forma de ser romántico sin exponerse demasiado.

Observo el cielo con la mirada dolorida, fija, aterido, en la esperanza de encontrar la luz que ella, seguro, también mira.

Ambos esperamos, pero yo salgo al encuentro de los caminantes, paro en las alquerías, recorro los ribazos, los sotos y las vegas; pregunto en los molinos…Tal vez encuentre un ser al que se le haya insinuado su esencia.

Escucho la cantiga del Viento intentando descubrir su nombre en el rumor de de la hojarasca, en el roce de las piedras sobre la tierra, en el vuelo de las lechuzas. Tal vez susurren un mensaje secreto destinado solo a mi. Ando sin rumbo fijo, atento a las chanzas de las dehesas, a las murmuraciones de los poblados. Tal vez hablen de ti. De tu perfección, pero no, nadie te conoce, tu permaneces a salvo en el serrallo de mi alma, alegre y gentil, tal vez nunca marchitada…tal vez para mi.

Un genio en la botella del vino destilado por nuestras almas.

En el restaurante

1975

Mi padre siempre contaba historias de las vivencias que le habían sucedido en su pequeño restaurante. Siempre discreto con los nombres, siempre punzante en sus comentarios, irónico y tierno a la vez.

En aquella mesa una pareja, ni joven ni vieja, miradas de cansancio, de hastío, ni el odio ni la pasión les anima.

Ceden la comanda a la iniciativa del sumiller, quien perplejo ante la situación retrocede hasta su cubil; en él reflexiona. ¿Quien no ha pasado una amarga velada producto de pequeñas desavenencias y malos entendidos?

Restablecido su ánimo, acomete la tarea con la mejor intención, va ha procurar levantar el ánimo con la complicidad de los ingredientes mágicos: mandrágora, cilantro, alcaravea, cantárida y jengibre obrarán el hechizo. El primer paso es propiciar el diálogo con un cálido ambiente y un esmerado servicio.

Un fino de Lustau que acompaña al pequeño aperitivo, de trufa negra sobre un manto de ibérico, anuncia la aldehala; la pareja, ya puesta sobre aviso, se muestra más receptiva, los aromas desprendidos reclaman su atención.

Aprovechando la oportunidad se presenta con unas ostras "fines de claire" en ensalada de milamores con una copa de Salon ; la percepción del vinagre de limón a la miel, las ostras y la complejidad del champagne continúan la labor que comenzó la trufa.

Se cruzan miradas de complicidad y se ríen los sobreentendidos. La duda le atormenta... ¿Se arriesga? Al fin se decide y sirve unos riñones de cordero con canela, menta, jengibre y un Valbuena tercer año, su preferido.

Al volver con el postre, una mousse de vainilla con frutas tropicales y un Tokay esencia, descubre que la pareja se ha ausentado; sobre el mantel, el importe cumplido de la cena, amén de una suculenta propina. Maravillas de la cocina erótica.

Al día siguiente volvió, esta vez con su esposa, para ver si se producía un segundo milagro.